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La alimentación en la evolución humana

Cuando estudiamos los cambios en nuestra alimentación a lo largo de nuestra cadena evolutiva, nos damos cuenta de que hay una clara relación entre la alimentación y los cambios físicos y de comportamiento, tal y como defiende el catedrático en paleontología Juan Luis Arsuaga, entre otros.

Por cuestiones obvias de espacio y trabajo, no explicaré aquí toda la evolución nutritiva del Homo Sapiens. Por lo menos, no al detalle. Lo que sí veremos será los cambios alimentarios más significativos, y su impacto en nuestra cultura y físico. Y aunque no pretendo justificar con esto la paleodieta ni la filosofía implícita en Familia de Cavernícolas, si me parece algo a reflexionar el hecho de que la alimentación y nuestras características físicas evolucionaran de la mano.

 

Hecho 1


Viajamos al pasado (muy, muy al pasado), cuando los australopithecus vagaban por África a sus anchas. No eran precisamente unos grandes cazadores. Más bien eran carroñeros. Así que, en una de esas salidas a buscar carroña, a algún austrolopithecus se le ocurrió abrir un hueso de animal como quien abre una nuez. Literalmente. Abrió el hueso y encontró la médula, la cual empezaron a comer. La médula ósea, como sabemos, es muy nutritiva y se conserva muy bien y durante mucho tiempo en el interior del hueso. Todo un festín para los australopithecus, y sin demasiado esfuerzo.

Huelga decir que esta nueva tradición alimenticia no se implantó de la noche a la mañana. Pero lo más curioso es que los austrolopithecus no comían huesos. Entonces, ¿por qué, de golpe, les interesan los huesos?

Los australopithecus habían desarrollado un método básico para abrir nueces (golpearlas con una piedra afilada o con una madera dura), y tras interiorizar este método, se dieron cuenta de que podían aplicarlo de igual modo a los huesos, con el componente extra de que la sabana estaba llena de huesos, sin que casi ningún otro animal les prestase atención, especialmente durante las horas centrales del día.

 

Hecho 2


Las repercusiones físicas que tuvo el hecho de implantar la médula ósea a nuestra dieta fueron el pelo, la altura y el sudor.

Empezamos a salir de los bosques, en horas de sol, para recoger huesos cuando ningún depredador nos atacase. Los animales suelen hacer una pausa a la sombra durante las horas de más sol, y también nuestros familiares primates. Demasiado pelo y un sistema de refrigeración poco eficaz.

Los australopithecus, en cambio, fueron perdiendo el pelo y perfeccionando un sistema de refrigeración mucho más eficaz. Desde luego, mantuvimos el pelo de la cabeza, que es donde el sol nos da más directamente al estar erguidos, y nos sirve como protección, pero el resto del vello del cuerpo pasó a ser un estorbo.

En cuanto a la altura, es más fácil resistir el calor a cuanto mayor es la distancia que nos separa del suelo. Además, al caminar erguidos, el sol tiene menos superficie donde impactar.


"¿Qué quiere decir esto? Pues, simplemente, que en volverse carroñeros (en parte) los austrolopithecus, los individuos que estuviesen en mejores condiciones para resistir bajo el sol ardiente tendrían más éxito, es decir, que comerían más porque llegarían más lejos en sus vagabundeos. Esto implicaría que dejarían más descendencia y que sus genes de perpetuarían. Una vez puesta en marcha la rueda no pararía hasta que el pelo desapareciese del todo y las glándulas sudoríferas se multiplicaran, como podemos comprobar en nosotros mismos."

 

Hecho 3


Los austrolopithecus dan paso a los homo, y esta evolución se acompaña de un cambio en la dieta. O más que un cambio, porque se cree que los austrolupithecus ya consumían algunos productos de origen animal, una modificación en la cantidad: los homo consumen mucha más cantidad de carne que sus antecesores, lo cual se asocia, de manera directa, al acorte de los intestinos y al crecimiento del cerebro.

Para poder acortar el tubo digestivo, necesitábamos prescindir de cierta fibra y sustituirla por un alimento más energético y fácil de asimilar por nuestro cuerpo. Esto fue lo que hizo ese curioso austrolopithecus al abrir un hueso y comer lo que encontró en su interior.

"Que no se entienda mal esto que estoy diciendo. No sugiero que el consumo de productos animales redujese automáticamente la longitud del tubo digestivo y aumentase la medida del cerebro. Lo que trato de decir es que, gracias al consumo de productos de origen animal, cuando generaciones más tarde (...) apareció un individuo con el tubo digestivo más corto (y el metabolismo más barato), este mutante pudo sobrevivir, cosa que no habría estado posible con una dieta basada en productos exclusivamente de origen vegetal.

Y si más tarde (o a la vez) un mutante de tubo digestivo corto experimentó una cierta expansión cerebral, su metabolismo corporal no se desequilibró, ya que lo que gastaba por un lado lo ahorraba por el otro."


Resumiendo:

Introducción de productos de origen animal

Asimilación más sencilla y energética

Ahorro en el metabolismo

Posibilidad de crecimiento cerebral

 

Hecho 4


Hemos visto cómo ha afectado nuestra alimentación a nuestra evolución física, pero ¿qué sucede con los patrones economico-culturales? ¿Han sido dictaminados por la alimentación? La respuesta es que , con las implicaciones que esto conlleva.

Saltemos varios miles de años, y aterricemos en la Europa de los cromañones (estamos en el Paleolítico), donde convivimos con otros ejemplares de nuestra familia, como los Neanderthales. Ellos también incluían carne en su dieta -como tortugas-, pero los cromañones fuimos un paso más allá ampliando cada vez más nuestro espectro alimentario. En el Mediterráneo, por ejemplo, los conejos están cada vez más presentes en los yacimientos.

¿Qué implica esto? La amplificación del espectro alimentario supuso una revolución económica, y la entrada en una etapa donde se exigía más cantidad de trabajo por caloría (es decir: aunque los recursos fuesen más abundantes, como los conejos, su caza salía menos rentable en términos de "energía invertida" por "energía obtenida": cazar un conejo quema más calorías que comer el conejo cazado). De todas formas, esta abundancia se tradujo en un aumento de la población humana que un mismo territorio podía mantener. El precio, sin embargo, fue alto: dedicar más tiempo a recolectar comida y menos tiempo a las actividades de ocio o sociales.

 

Hecho 5


Salimos del Paleolítico y entramos en el Epipaleolítico (o en el Mesolítico), una etapa que preparó el camino hacia la siguiente revolución económica y alimenticia: el Neolítico.

La llegada del Neolítico, en el quinto milenio antes de Cristo, trajo consigo una forma de economía basada en la producción de alimento, con una vida mucho más sedentaria que la de los cazadores-recolectores del Paleolítico. Hablamos de la llegada de la agricultura y la ganadería.

 

Hecho 6


Actualidad. Edad Moderna. Hoy y ahora. Nada que ver con lo anterior.


"La lección de la historia es que la evolución nos ha adaptado al medio a lo largo de muchas generaciones y que después los humanos, en poco tiempo (siempre en términos evolutivos, que son los del tiempo geológico), hemos alterado nuestro medio y nos hemos perjudicado a nosotros mismos. Como no podemos modificar nuestros genes, es mejor que cambiemos nuestros hábitos si queremos llevar una vida saludable."


La conclusión es, de hecho, la premisa de la que partíamos: genes y alimentación han evolucionado de la mano y, por tanto, nuestros genes esperan que les demos la alimentación para la que han evolucionado. En otras palabras: paleodieta. Y si nos queremos poner puntillosos: paleodieta y paleotreining.

Ya que no paro de citar este libro... Aquí lo tenéis, en cuerpo presente.
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