Llego el día en que, aunque conducida por motivos poco loables, me di cuenta de la rueda que controlaba mi vida, casi ajena a mi. Si lo que os voy a contar os suena familiar, quizás deberíais plantearos cambiar vuestro estilo de vida.

• Dormir mal y pensar que es algo natural. Se nos ha vendido la idea de que existen las personas nocturnas, y que eso es algo tan natural como las personas diurnas. Vas a dormir tarde, generalmente por estar frente a la televisión o al ordenador, en consecuencia duermes a deshoras, mal y te levantas tarde al día siguiente, dejando medio muerto a tu cortisol, entre otras cosas. Y para colmo, dormir poco y mal engorda.

• Estás cansadx todo el día ¡y sin hacer nada! No es tan raro, si piensa que vas mal descansado, pero no por eso deja de ser un impedimento para llevar una vida sana y activa. Levantarte así de cansadx, consecuencia directa del cortisol, influye en cómo vivirás el resto del día. Y sí, me refiero a tu estado anímico.

• Comes mal. Hay muchos motivos para ello: falta de tiempo para comprar o cocinar, poca energía para cocinar (estas personas acaban abusando del fast food, como JustEat, pizzas o hamburguesas), una ansiedad incontrolable (picar a todas horas), o simplemente por desconocimiento (y porque, de hecho, es muy probable que la publicidad engañosa haya hecho estragos en tu cerebro).

• Bebes bien, pero no agua. Solemos beber más alcohol del que pensamos. No todo el mundo, desde luego. Me refiero a las personas que salen de vez en cuando a tomar un par de cervecitas, o tres. Una prueba simple es apuntar, sin mentir, todo el alcohol que consumimos en una semana. ¡Buena suerte con las cuentas!

• Sofaear todo el día, o similares. A veces ni siquiera podemos evitarlo: trabajamos sentados, estudiamos sentados, e incluso socializamos sentados. Mala idea, el cuerpo humano está pensado para estar de pie, en movimiento, o tumbado y descansando.

• Poco (o ningún) contacto con la Naturaleza, más allá de ver la increíble Apocalypto, de Mel Gibson. La falta de contacto con la Naturaleza es dañino, tal cual. Es nuestro hábitat natural: nos relaja, potencia nuestro intelecto y afecta positivamente a nuestro cuerpo. Eso debería ser suficiente para darnos las ganas de ir los domingos de sol a la montaña.

Esta rueda, desde luego, acaba en problemas más serios, como depresión, diabetes, obesidad e infelicidad. En Familia de Cavernícolas llegamos a estos puntos, y fue allí cuando una milagrosa voz nos chilló: ¡basta ya! Eran nuestros genes, pidiendo auxilio. Llevaban años pidiéndolo, pero la televisión no nos dejaba oírlos.